Hoy
tomé el “tour” al arco de Cabo San Lucas, paseo en panga compartida para ocho personas, que incluye, nadar
y bucear entre lobos marinos.
Abordamos
en el muelle principal, mi hermana, sus dos hijas, una pareja de recién casados
originarios de Aguascalientes en plena “luna de miel” y un par de estudiantes
de la Ciudad de México en viaje de regalo por su reciente graduación. Estos
últimos presumiendo de buzos expertos, mostrándose emocionados porque ahora si
van a ver de cerca los lobos marinos, ella dice que en La Paz no pudieron, por
estar cerrada la lobera de la Isla Espíritu Santo debido a recientes ataques de
las hembras para proteger a sus crías. –“Una turista japonesa y dos españoles
casi pierden las piernas por la mordedura del animal, eso sí está grueso.”
dijeron.
Los lancheros
se presentaron con amplia experiencia en transportar turistas, son de Acapulco,
Gro. Recién llegados al estado. -Aquí hay más chamba, comentaron.
Después
de una hora de paseo aproximadamente, llegamos al lugar indicado, se reparten los visores y aletas, indicaciones
preventivas y, de pronto, la estudiante se cae por la popa, se cimbra la
embarcación, el motor echa humo, al tiempo de que la escuchamos gritar pidiendo
auxilio.
Sobresaltados,
todos nos acercamos a ver qué pasaba y por poco volcamos la lancha, solo se
veía el agua teñida de rojo.
¡Todos
a sus lugares!, ¡apaga el motor, rápido!
Ordenó el capitán al tiempo que se tiraba al agua para prestar auxilio,
detrás de él, hace lo mismo el acompañante de la muchacha, improvisan una
especie de camilla con chalecos salvavidas para mantenerla a flote y aplican un
torniquete en el muslo derecho utilizando la liga de un visor, el resto de la pierna
como un hilacho.
Perdió
el conocimiento muy pronto, entre todos ayudamos a subirla utilizando la cuerda
del ancla, ya en la cubierta se veía muy pálida y por más que se apretaba la
liga no dejaba de sangrar, hice presión sobre la herida con unas toallas que
rápidamente se saturaron de sangre. Su amigo trataba de enderezarle la pierna. La
recién casada con un ataque de nervios, asistida por su esposo y mi familia
asustada volteada para el lado contrario para no ver la escena.
Otra
vez al mando de la panga, la tripulación pidió ayuda por radio a la capitanía
del puerto solicitando una ambulancia. Fue un regreso a toda velocidad.
Al
llegar al muelle, solo vimos un gentío apuntándonos con sus teléfonos celulares
flasheando y estorbando a los paramédicos.
Así
terminó el paseo dominical, unos al hospital, otros al hotel, los lancheros y
un servidor aquí declarando en la comandancia.
Eduardo
Sánchez
No hay comentarios:
Publicar un comentario