jueves, 18 de octubre de 2007

La escritura como terapia.

El cáncer nos impone un trueque:
se lleva la tranquilidad y a cambio nos ofrece otras cosas
que será asunto de cada quien si las toma o no.
Julio Derbez


A muchas de las cosas que he escrito les he dado el nombre en general de “diarreas mentales”. Como el resultado catártico de aquellas “purgas” tan recomendadas por las abuelas cuando algo estaba mal en el área digestiva. Esto ha sido especialmente relevante en las ocasiones en que, siendo médico me ha tocado estar del otro lado, no portando la bata blanca abierta por delante sino aquella bata verde, descolorida, abierta por atrás. Esas veces en que mi firma en un expediente médico no va al final de una nota de evolución o quirúrgica sino en el renglón para el paciente. Como les he dicho a los médicos que me han tratado: cuando he entrado al quirófano, no vertical, de pie sino horizontal y en camilla.
He utilizado la escritura como un mecanismo de liberación de asuntos que a veces la enfermedad mantiene reprimidos y así poder pasar a la otra fase, la de la aceptación de estos asuntos como un paso para llegar finalmente a aprender a vivir con la enfermedad y con lo que conlleva. Los estudios, siempre amenazantes y muchas veces penosos, algunos con preparaciones no del todo agradables o fáciles de aceptar y los tratamientos, todos ellos, entiendo, mas agresivos que la propia enfermedad; hay que ser mas agresivos que la infección, el cáncer o el dolor para vencerlos. Que decir de las radioterapias en las que uno piensa…¿si esto es bueno, porque se salen todos de la sala cuando empieza el acelerador lineal a funcionar? O al escuchar el ruido rítmico, metálico como de martilleo continuo y constante que sale de la sala de litotricia muchas veces acompañados de los gritos de dolor del paciente y saber que el que sigue es uno, solamente armado de valor y de una ampolleta intramuscular de analgésico aplicado una media hora antes.
Bueno, todos esos “documentos” los reservo en unas libretas azules o en hojas sueltas, en servilletas o al reverso de papeles que estaban a la mano como propaganda o hasta formatos institucionales. Cuando hay que decir algo, sobre todo cuando se necesita decir algo liberador, cuando sentimos que la única manera de sacarlo es por la punta de un bolígrafo o de un lápiz no hay superficie de papel a la que uno le haga el feo. No siempre son palabras a veces son trazos o dibujos, en ese momento no hay de que no escribo bien o que mal me salió. El poder liberador de la escritura es la prioridad. Aquí no hay que preocuparse de la puntuación o de la ortografía, sólo poner al lápiz sobre el papel a hacer lo que sabe, y mientras el “raz…raz…raz” ayudado por la mano y a la velocidad del pensamiento, sin distracciones, sin pensarlo, va aligerando ese peso que nos agobia.
Tal vez nunca ponga en el blog uno de esos escritos, son cosas que piensa uno que si otros lo leen lo hacen mas vulnerable o algo así. Creo también firmemente que esas “ diarreas mentales” nunca serán escritas a máquina ni con el teclado de la PC aún cuando tenga la mas variada tipografía, mmm… aun creo que el teclado no llega a tener ese poder liberador que tiene la punta del bolígrafo o el lápiz.
Lo que me ha dejado de enseñanza este ejercicio es entender que escribir o verbalizar la problemática que se vive en un proceso de enfermedad ayuda en mucho no sólo a liberar estrés sino a entender mucho de sí mismo. Como médico ha sido punto clave para la mejoría en la calidez de mi relación medico-paciente con grandes recompensas, pudiendo compartir, como dice Broyard , como pocos otros, las maravillas, los terrores y emociones que se encuentran en los límites del ser.
Ya para cerrar esta entrada diré que la dualidad que se experimenta al haber sido médico y paciente me ha permitido dirigirme ante mis pacientes con menos tecnicismos, mas directamente.
Hay que reconocer la fortaleza de enfrentar la página en blanco y, como dice Julio Derbez, palabras más, palabras menos….al igual que otros demonios la enfermedad puedes ser exorcizada por la escritura. O citando a Victor Hugo Rascón Banda "Yo creo que la tinta o el lápiz se conectan a las venas, al corazón y al pensamiento y algo pasa con esas cartas manuscritas que conmueven, ayudan, fortalecen."
Salud¡

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